5/5/09

Las Pesadillas de un niño

Ahora que rememoro los inicios de la pasión por leer he recordado los albores primigenios que ya creía olvidados. Por alguna razón solo podía pensar en las lecturas obligatorias de la EGB, olvidándome de un periodo que vivimos los lectores preadolescentes en la década de los 90, que fue una moda pasajera y comercial pero que dejó tras de sí una legión de futuros devoradores de libros.
Me estoy refiriendo a la popular serie de novelas de terror llamada Pesadillas (Goosebumps) de R. L. Stine.



Todo empezó para mí un día de Sant Jordi. La editorial encargada de las publicaciones de esta mítica serie aprovechó esas fechas para lanzar una campaña publicitaria en la que muchos caeríamos de lleno. Aun me acuerdo de los anuncios publicitarios que salían en la tele, realmente te hacían entrar ganas de leer. Salían dos niños en pijama tumbados en el suelo, cada uno con un libro en las manos. De repente se apagaba la luz y ¡Oh, sorpresa! ¡La portada brillaba! Se podían ver las siluetas de los dibujos, porque estaban repasadas con pintura fosforita.

El primer ejemplar que leí, regalo de mis padres en el día del libro, fue Sangre de Monstruo. Nunca había leido nada igual, y al hacerlo por la noche me envargaba una sensación embriagadora de pavor que no podía evitar. ¿Se puede ser adicto a pasar miedo?

A partir de aquel momento mi hambre fue insaciable, y empecé a comprar los siguientes ejemplares compulsivamente. Algunos de los títulos eran directamente infumables, pero la gracia con la que estaban ilustradas las portadas, sumada a la promesa de nuevos horrores y sustos, por alguna razón te impulsaba a seguir leyendo, por comprovar lo que ocurriría a continuación.

Algunos de los títulos que recuerdo con especial cariño són Un Día en Horrorlandia (el primero de la saga), Terror en la Biblioteca (hay una escena en particular que es realmente escalofriante), ¡No Bajes al Sótano!, La Sonrisa de la Muerte, Noche en la Torre del Terror (un trato psicológico de los personajes protagonistas muy logrado, así como la trama), La Casa de la Muerte, ¡Invisibles!, Los Espantapájaros Andan a Medianoche, Deseos Peligrosos, El Ataque del Mutante y Horror en Jellyjam entre otros.



El hecho que los protagonistas de las historias fueran niños hacía que te identificases en seguida con la trama. Las situaciones eran de lo más variopintas, recorriendo un ámplio espectro en lo que a ingredientes terroríficos se refiere. No faltaban los zombies, extraterrestres, momias, fantasmas, monstruos de todo tipo y mutantes.
Como es normal la serie se convirtió en una lucrativa franquicia, y empezaron a salir productos de más baja calidad (si es que existe algo inferior a la literatura pulp). Se hizo una serie para la televisión con personas reales, de la cual no voy a hacer comentarios, y también una serie tipo "elige tu propia aventura (de terror, claro)" en la que a Stine se le empezaba a ver ya el cartón. Algunas revistas, aprovechando el fenómeno y el éxito de series como Los Expedientes X, sacaron minifascículos de ese estilo literario, copiando además el ingrediente de la pintura fluorescente.

Nunca me perdonaré lo que hice al final con los casi treinta volúmenes de mi colección, que fue regalarlos en el apartado de intercambio de libros de la biblioteca. Desaparecieron por completo a los dos días. Por una parte me alegro: seguro que hubo varios niños que vivieron mi experiencia y quizá ahora sean aficionados a la lectura.

Y eso es todo por hoy, queridos niños. Nos vemos en otra entrega de La Guarida del Sátrapa. Felices pesadillas.... ñej ñej... mmmuhuhuaahahahahahahaaa.....

S.

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