Definitivamente esto de ser estudiante es un cachondeo constante. Y si además estás matriculado en la universidad, la cosa se vuelve hasta bizarra. Terry Pratchett inventó la Universidad Invisible del genial Mundisco, donde los magos son un puñado de patanes que solo se preocupan de llegar a tiempo a las comidas, y su único gran talento es el de dormir.
Pero yo, que soy un pre-filólogo de la Universidad Demasiado Visible (la Autónoma), vivo año tras año situaciones cada vez más esperpénticas. Cuando no era el No a la Guerra de Irak, era el No a la Constitución Europea, el No a Esto o el No a aquello. Siempre hay que decir No a todo… da igual que sea malo o bueno, y no se contempla dar la información completa, sino solo los aspectos negativos.
Lo que desde hace unos tres años ha protagonizado el No estudiantil Perro-flautero es el No al Plan Bolonia, del que me abstendré de dar detalles. Las protestas han ido en aumento estos últimos tiempos, y la cosa ha culminado en la autoproclamada Ocupación de la Facultad de Filosofía y Letras.
Desde este lunes, y sin previo aviso, un nutrido grupo de hijos de papá sin ocupaciones aparentes y mucho tiempo que perder se ha aposentado en la facultad, han quitado las sillas de las aulas y formado barricadas con ellas, pintarrajeado pizarras, colgado pancartas y causado el mayor pipostio posible. Todo para que nos hagan caso a nosotros, los estudiantes, principales víctimas del Sistema y de las medidas europeas en educación. El panorama es de un caos total: ni se puede hacer clase, ni por lo que parece hallar medidas plausibles para que aquellos alumnos que no se pronuncian políticamente puedan seguir dando materia.
Lo jodido del caso es que pasará lo de siempre: no les harán caso, perderemos clases (con lo que supone eso de cara a los exámenes), y los desperfectos ocasionados los vamos a pagar entre todos. No me meto con las ideologías de nadie; que piensen lo que quieran y se movilicen como les venga en gana; pero sin joder el ritmo de estudio, que es a lo que en definitiva se acude a la universidad. Estos cuatro días me ha dado más vergüenza que nunca pasearme por los pasillos, ya que no se limitan ya a ensuciar o hacer pintadas gigantes, ahora cogen sacos de dormir y duermen en las aulas, el suelo está lleno de colillas, y no recogen la mierda que siembran. Total para que el resultado sea como los anteriores años.
Mi mensaje es: ¿Por qué pagamos el pato los de siempre, los malditos hinca-codos que solo quieren sacarse la carrera de encima y dejar ese triste lugar?
S.
Fotos: 1- Aula de Aprovisionamiento, 2- Aula despojada de sillas, 3- Chiringuito, 4- Bombonas de butano con su camping gas, 5- Primer dormitorio, 6- Coloquio formal sobre Bolonia
2 comentarios:
En la Complutense pasa exactamente lo mismo. Yo estoy trabajando y no puedo asistir a las clases tanto como me gustara, pero debo estar gafado: siempre me coincide con un pitote de perroflautas, y en el centro de reunión habitual de niños de papá caracterizados de indigentes.
Los pobres no son más que una revisión del entrañable «tonto del pueblo» de antaño, aquel que para hacerle una putada a la RENFE se compró un billete de ida y vuelta y se volvió andando. Estos pagan un pastón de matrícula y para protestar, deciden renunciar a lo que ya han pagado. Vamos, como el que va a un restaurante de lujo, paga una cena completa y, como no le gusta el servicio, para protestar no prueba el segundo plato.
Alguna vez he intentado hacer razonar a los mentecatos de las barricadas, intentándoles hacer comprender que la universidad ya les ha cobrado, vayan o no a las clases. Supongo que les queda muy lejano el concepto, porque la carrera se la paga papi. Me gustaría verlos echando ocho horas de tajo diarias para pagarse ellos la carrera a ver si seguían teniendo ganas de hacer el imbécil.
En esa tesitura, meterles en sus cabezotas podridas por la LOGSE que mientras que un obrero huelguista produce un efecto en la producción que redunda en una pérdida de beneficios para el patrón, una huelga tradicional de estudiantes solo provoca perjuicios a los propios estudiantes. Repito, por si alguno de estos majaderos lo lee: la universidad y sus empleados se llevan el mismo dinero haya clase o no.
Lo que clama al cielo es que generen un trastorno al resto de estudiantes que no comparten sus payasadas. Si en el supermercado se planta un chalado a la salida de las cajas e intenta obligar a los clientes a devolver al comercio 1/8 de su compra, sin derecho a reembolso alguno, en un cuarto de hora se lo ha llevado la policía. ¿Qué tienen los niños pera de la universidad de especial? ¿Será el disfraz de gualtrapa?
Publicar un comentario