12/9/08

Retrospección agridulce

Saludos una semana más, mis drugos.
La verdad es que no tengo muy claro sobre qué quiero escribir hoy... estoy teniendo una tarde un poco rara y retrospectiva. Creo que uno de los causantes es haber visto American Splendor, una película que trata de la vida del famoso autor de cómics underground Harbey Pekar.

Me ha hecho pensar en una época de mi vida que creía olvidada para siempre. Los malos años de instituto. Como tantos otros, fui de la primera promoción con la que se probó el nuevo plan de estudios llamado ESO. Antes uno estaba en la EGB hasta los 14 y luego se iba a FP o BUP. En mi colegio había pasado la mayor parte de la vida, haciendo amigos y soñando con llegar a ser de los mayores, estar en octavo y tener ciertos privilegios reservados a ellos, como la preparación del carnaval. Cada año ellos se encargaban de la confección del muñeco del Carnestoltes y también hacían lo que yo llamaba las "redadas": en carnaval era costumbre dictaminar una serie de obligaciones que todo alumno, de primero a séptimo, debía cumplir. Estas iban desde llegar al colegio vestidos con el pijama hasta llevar unas bragas de mujer en la cabeza y un chupete gigante colgado del cuello. Los de octavo salían a una hora imprevista (la que les daba la gana) y barrían los corredores soplando silbatos y armando jaleo. Registraban clase por clase, y al desgraciado que no había cumplido prenda le pintarrajeaban la cara con maquillaje que olía muy mal. He visto a compañeros llorar a lágrima viva, escondidos cobardemente debajo de una mesa, por temor a la llegada de los mayores.

Imaginaos lo que fue la noticia de la implantación de la ESO para nosotros. Significaba no llegar nunca a octavo, y lo peor de todo; no sabíamos si se nos iban a llevar a institutos diferentes o no. Al final resultó que todos mis mejores amigos se fueron al de BUP y yo me quedé solo en el de FP. El ambiente que se respiraba allí era asfixiante, muy diferente del que tenía acostumbrado. Las personas que me rodeaban eran todas mayores que yo, y mis nuevos compañeros de clase resultaron ser gente demasiado violenta para mí.

Hay que puntualizar que yo en aquella época era muy callado e introvertido, reacio con la gente, y aquel cambio fue difícil de digerir ya de por sí. Por si no hubiese bastado eso, la gentuza con la que me tocó compartir tres largos años de mi vida no me lo puso para nada fácil. Tenían el clásico perfil de pre-pandillero, sujetos que solo pensaban en llegar a los 16, dejar los estudios y ponerse a trabajar. Vieron en mí al típico empollón, pues yo siempre me esforzaba por aprobar las asignaturas y aprovechar el tiempo. Sus malas pasadas y abuso de poder estuvieron siempre a la orden del día.

Yo soñaba con acabar la ESO, que se me hizo eterna, y dejar ese lugar. En muchas ocasiones, durante el transcurso del trayecto a pie desde mi casa, experimentaba un lacerante dolor de estómago que al acercarme ya a las puertas de ese instituto se convertía en náusea.

De ese amargo episodio saqué tres notas positivas. La primera mi amistad con Javi, pues nuestro mutuo apoyo en aquellos años nos ayudó a seguir adelante. La segunda es el pensar que toda esa chusma nunca va a hacer nada glorioso con sus penosas vidas, pues nunca experimentarán el gozo de tener auténtica cultura (suena cruel regocijarse en el mal ajeno, como me han comentado recientemente, pero no puedo evitar pensar así). Y la tercera y más importante: Nunca diluvia eternamente, las situaciones que nos hacen sufrir y que nos permiten luchar por verlas superadas al final quedan atrás y solo resultan ser un borroso mal recuerdo.

Buenas noches a todos.

PD: la semana que viene volveré con algo más alegre, lo prometo.

S.

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