
Algo me ha enseñado la vida últimamente, y está más relacionado con la simpleza oculta bajo la aparente complejidad de la vida que con los avatares del destino.
Mi padre, Joan Dalmases, vivió siempre y creció en su pequeño pueblo de montaña, cerca de las orillas del Ebro. Su familia nunca había gozado de un elevado estatus social, condicionado este solamente por los escasos ingresos que su padre, labrador de toda la vida, traía a casa.
Joan tuvo una infancia marcada por las privaciones y la tragedia de la muerte de su hermana Dolores. Como el mayor de sus cuatro hermanos se vio empujado enseguida a trabajar y valerse por sí mismo, para ayudar en casa.
Viéndome decaído por mis infortunios sentimentales, me contó su propia experiencia. “Eran otros tiempos, otro rollo” – Me dijo, pero yo sabía que lo que me iba a contar tendría algo de profundidad, humano y universal.
- A tu edad – Dijo – Ya lo había intentado con todas las chicas de mi pueblo, y no hubo ninguna que no me diese calabazas. Todos sabían que en casa no había dinero, y el boca a boca supongo que las condicionaba a arrinconarme. Fui detrás de una mucho tiempo sin rendirme, aunque su propia madre ya me decía que no tenía posibilidades con ella.
Mientras lo escuchaba, me puse a pensar en lo que uno está dispuesto a hacer por un poco de amor o cariño, y porqué duele tanto cuando, pese a tus esfuerzos, no da resultado. A mi padre también le pasó, y el luchó incluso más que yo.
- En esa época fue cuando por fin pude comprarme la Derbi. Y oye, todo cambió. Si la cosa no iba bien, moto entre las piernas y a correr. No me obcequé más. Y fue entonces cuando se fijaron en mi ¿sabes? Todas las chavalas del pueblo empezaron a decir: ¿Dónde está Joan? Se nos ha ido, lo hemos perdido. Ahora que tenía independencia y podía ir donde quisiese, empezaban a querer saber de mi. ¡Las mandé al cuerno!
- ¿Y que pasó? – Pregunté yo.
- Vino a pasar el verano una chica de ciudad. Le invité a dar una vuelta en la moto. Era tu madre.
Da que pensar. Buscas algo con afán, inviertes tiempo, esfuerzo, sentimientos, dinero, todo lo que está en tu mano, y casi siempre fracasas. Luego pasa algo nimio o trivial, haces tu vida, y ocurre.
Mi padre solo se compró una moto. Eso bastó para que cambiase su gris vida. A veces hay que dejar de buscar, de perseguir quimeras. Eran otros tiempos, otro rollo, pero hay algo que nunca cambia: somos seres humanos.
S.
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