12/3/08

¿Puede quedarse quieto, por favor?

A pesar de la promesa de la semana pasada de seguir con la clase teórica sobre lingüística aplicada a la anatomía femenina, recientes deslumbramientos me han llevado a escribir esto que estáis a punto de leer. Paciencia es lo que el cauto debe demostrar, si visagras con arte quiere chupar, que diría el bueno de Quimera... Veamos...

Hoy me gustaría reseñar una de las películas que más recientemente me han impactado, más por esas cosas que tienen ciertas pelis "de autor" que por el hecho de haber sido la última ganadora del oscar. Por supuesto me refiero a No country for old men (No es país para viejos), de los hermanos Coen.


Hay en este filme ciertas reminiscencias y guiños de los que no te das cuenta en el momento de ver la peli, que te pasan por alto y solo las descubres con el segundo y hasta tercer visionado, cuando la sorpresa por sus novedosos recursos se te ha disipado.
Empezando por los personajes principales, y con principales me refiero a los que aparecen en más de dos escenas, cabe destacar que todos, absolutamente todos sufren un cambio en sus maneras de actuar, salvo uno: Anton Chigurh.

No sé muy bien si esta historia es la de un sheriff a punto de retirarse; que ve como el mundo se le escapa de las manos; o la de un veterano de Vietnam jugando a ser un gangster y huyendo de la mafia mexicana, pero la presencia de este siniestro personaje, como el conde Drácula en la novela de Stocker, juega un papel esencial en toda la película, y ejerce su influencia de un modo u otro en los demás personajes, que dependen de lo que él haga para moverse.

Su rol es simple: se trata del mal encarnado, el depredador por antonomasia. Una bestia sin remordimientos ni corazón que solo vive para matar. Aunque así sea, y muchos hayan comparado su malignidad cinematográfica con la del propio Darth Vader, lo cierto es que quizá esté más cerca de los malos más tipo Tarantino, quitándoles claro está la lacra del medio pelo. Es implacable como un cáncer, invencible, pero sus métodos son risiblemente sofisticados, muy kitsch (como la ya mítica bombona de oxígeno, que suscita un “¿Para qué es eso?” de la víctima, algo que ya nos suena). Y claro está, su look pretendidamente ridículo no hace más que distanciarnos de él, considerándolo una rareza que llega directamente de un remoto infierno.

No hay descanso para Chigurh. Donde sus víctimas duermen, comen o se refrescan con media cerveza, él sigue siempre adelante (sin dormir en todo el tiempo físico del filme, que comprende unos tres días).

La manera que tiene de curar sus heridas tiene un punto de parodia; lo hace como lo haría Schwarzenegger en Terminator o el cazador extraterrestre en Predator: de forma sistemática y sin aspavientos. Tampoco tiene esperanza, dado a su profundo estado de locura, de redimirse o cambiar.

Cambios si que sufren los demás personajes que, repito, actúan siguiendo la batuta de Chigurh, como es el caso de Lewelyn Moss, el vaquero que se distraía cazando ciervos (Símbolo del sexismo y la discriminación de la mujer, usado hasta la saciedad en literatura a través de la historia). Al principio este personaje demuestra tener ciertos principios. Aunque roba el maletín lleno de dinero sin que haya testigos oculares, vuelve a la escena del crimen para dar agua al último hombre que quedaba con vida. También aleja a su mujer de allí para protegerla.

Pero al final, cuando la perseverancia y fuerza de la bestia de Chigurh le destrozan el cuerpo y la mente, decide desesperadamente salvarse a sí mismo, y que los zurzan a los demás.

Otro que cambia, aunque a menor nivel, es Carson Wells, interpretado por un correcto Woody Harrelson. Un excomandante, de Vietnam también. (que coincidencia enfrentar a dos “respetados” veteranos de la gloriosa guerra yanqui con la mafia mexicana, ¿será por la reciente polémica que hay en los EEUU por la novedosa valla de tecnología punta que los separa de México? Quien sabe…)

Carson entra en escena exhibiendo su cuerpo, demostrando chulería y pasotismo, y hablando con menosprecio del otro mercenario en estos términos: “Es un psicópata asesino, hay montones de ellos”. Esta seguridad en sí mismo va desapareciendo des del momento que abandona el despacho del capo; al visitar a Lewelyn lo insta a que ambos eviten tener contacto con Chigurh, y la manera de hablar acerca de él cambia mucho: “¿Le has visto y no estás muerto? No puedes hacer tratos con él, te mataría solo por ocasionarle molestias.” Finalmente, muere de la forma más patética, sentado en un sofá sin poder siquiera defenderse. Anulación total de la autoridad y de la cordura.

Luego tenemos al sheriff Tom Bell, viejo coyote al que se le da bien encontrar pistas, pero que acaba huyendo del peligro con el rabo entre las patas, pese a la expectación que nos ha ido creando a lo largo de la historia de que al final haría algo útil para detener la masacre. Pero no ha sido así. Él acaba siendo un mero testigo, un rastreador del reguero de sangre que Chigurh va dejando tras de sí.

Y por último, la heroína. Carla Jean es el único personaje que va de menos a más, que cambia a mejor. Al principio es la típica palurda de pueblo, que vive en una caravana con un marido que la ningunea, que sigue como un perrito sus órdenes y se deja influenciar como una tontita por todos. Pero es al final, cuando se enfrenta a la muerte, que su verdadera valentía aparece. En lugar de huir como lo hacen otros, o de dejar en manos del azar su destino (el negro azar representado ni más ni menos que por la aleatoria locura del asesino), decide sentarse y mirar directamente a los ojos de su verdugo.

A propósito: dos guiños típicamente Coen: perros y hombres obesos alzando la voz. El perro negro herido vagando por el desierto y los dos que mueren agónica o trágicamente son figuras recurrentes en sus filmes. Y los mariachis entrados en carnes, despertando a Lewelyn con sus berridos, recuerdan a John Goodman en Barton Fink, gritando eso de: “¡Yo les mostraré la vida de la mente!”… Bueno, más o menos…

S.

1 comentario:

Javi dijo...

Buenas!!!

Muchas de las cosas que explicas no me había dado ni cuenta, mas te dire no me habia parado a pensar el papel tan importante que tiene el sherif...

Gran articulo que recomiendo a todos los cinefilos.

-javi-