19/1/11

Las Noches de Nihod

Llevo nueve años escribiendo lo que sueño.
Empecé a hacerlo, quien sabe porqué, un 23 de junio de 2003, después de levantarme con mal cuerpo al haber tenido uno de esos sueños incomprensibles y extraños que no sabes interpretar, pero que se quedan en tu memoria, indelebles.
Aquel sí que lo escribí, aunque quizá no hiciese falta, y decidí plasmar en ese mismo documento los que fuesen viniendo, porque algunos, quizá los más bellos y sorprendentes, son lo que más fácilmente se diluyen en el recuerdo y acaban siendo meras manchas borrosas.

El primero de los sueños que tienen fecha es el tercero, un larguísimo sueño del 5 de octubre de ese mismo año, cuando soñé con Hitler, con un internado ruinoso donde moría gente, con robots gigantes y extrañas maneras de liar porros.

Desde entonces la lista alberga un total de 33 sueños, que recorren, en el terreno onírico y del subconsciente, todo lo que me ha ido sucediendo con los años, los más turbulentos de mi vida.

Mi preferido es uno que soñé hacia finales del año pasado, en el cual un hombre mayor, líder de una banda de delincuentes callejeros, me contó lo de las Noches de Nihod. Cuando miras hacia las montañas y descubres que hay pequeños fuegos rojos que se encienden y se apagan, debes quemar tu casa e irte lejos.

Insto a quien me lea a hacer lo mismo. Descubres muchas cosas sobre ti mismo que nunca sospecharías, y ésta es la única manera de hacerlo, porque la memoria es traicionera con los sueños.


S.

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