La sociedad japonesa cada vez me sorprende más. La imagen que mucha gente tiene de ellos es la de gente súper amable, que generalmente intentan quedar bien y nunca expresan demasiado abiertamente sus emociones. Pero luego empiezas a hurgar y descubres cosas sorprendentes en su cultura. Cosas que no parecen encajar con su manera de ser. Dejaré a un lado el arte pictórico, plagado de demonios cometiendo las torturas más atroces a gente desnuda, como también cierto arte culinario en el que tienes que comerte un pez vivo. Me centraré en una parte concreta de la literatura; no de la escrita, aunque esta también se las trae; no: haré un repaso cíclico al fenómeno llamado Manga.
Si uno va a Japón de viaje podrá ver por la calle, en los coches, en el metro… un nutrido porcentaje de nipones leyendo algún tipo de cómic. En muchas ocasiones, verá que ese cómic/revista es de contenido cerdo. Aquí encontramos la primera parte de este ciclo: el hentai, o cómic pornográfico.
Esta vertiente del manga, con su homónimo en el animé, nos ofrece un amplísimo abanico sexual nunca visto en tales soportes, incluso ciertas cosas solo se ven aquí, y en ningún otro sitio. Bondage, escarificaciones, tortura, acoso, violación, deformaciones corporales provocadas por máquinas imposibles, crueldad sexual, sexo adolescente, hardcore de todo tipo, monstruos mitológicos penetrando por los cuatro costados a virginales doncellas… No solo encontrarán aquí satisfacción los que busquen pornografía de la “normalita”, también hay cabida para varias parafilias e incluso para perversiones que en circunstancias normales están penadas con la prisión.
Si uno va a Japón de viaje podrá ver por la calle, en los coches, en el metro… un nutrido porcentaje de nipones leyendo algún tipo de cómic. En muchas ocasiones, verá que ese cómic/revista es de contenido cerdo. Aquí encontramos la primera parte de este ciclo: el hentai, o cómic pornográfico.
Esta vertiente del manga, con su homónimo en el animé, nos ofrece un amplísimo abanico sexual nunca visto en tales soportes, incluso ciertas cosas solo se ven aquí, y en ningún otro sitio. Bondage, escarificaciones, tortura, acoso, violación, deformaciones corporales provocadas por máquinas imposibles, crueldad sexual, sexo adolescente, hardcore de todo tipo, monstruos mitológicos penetrando por los cuatro costados a virginales doncellas… No solo encontrarán aquí satisfacción los que busquen pornografía de la “normalita”, también hay cabida para varias parafilias e incluso para perversiones que en circunstancias normales están penadas con la prisión.
Se me hace extraño, pues, si tienen esa tal cantidad de información sexual (que no hay que confundir con “educación” sexual, que de eso me temo que carecen bastante), como es que son tan recatados en la vida normal.
Y aquí viene la segunda parte de este ciclo: el manga normal. Tenemos de todo también, y para todos los gustos. Hay manga de peleas, de guerra, de amores, de misterio y thriller, incluso de la vida normal de un empresario. Muchos están ambientados en mundos inventados, y otros en un instituto de color de rosa, pero siempre con personajes estereotipados que ejercen una carga dramática determinada. Lo que se pretende en la mayoría es reflejar los sentimientos humanos fielmente, o al menos hacer creíbles las reacciones de los protagonistas para que el gran público, y en concreto el nipón, se sienta identificado.
En un manga que no sea hentai, como por ejemplo Naruto, que es uno de los que están de moda últimamente, nos encontramos con situaciones extrañas como son la ausencia casi absoluta de contacto físico entre los personajes. Ni un abrazo, ni un triste beso. Ni siquiera cuando pasan tiempo sin verse se dan un abrazo amistoso. La cosa no pasa de un saludo manteniendo las distancias, una mirada y una sonrisa. Quizá esto nos parezca extraño solo a nosotros los occidentales, que estamos acostumbrados a darnos uno, dos o hasta tres besos cuando nos conocemos (cuando es chico-chica, o chica-chica, se entiende), y chocarnos la mano los chicos.
Reflexionemos, porque hoy en día la cultura manga nos ha invadido por completo. Yo lo dejo ahí.
S.
Y aquí viene la segunda parte de este ciclo: el manga normal. Tenemos de todo también, y para todos los gustos. Hay manga de peleas, de guerra, de amores, de misterio y thriller, incluso de la vida normal de un empresario. Muchos están ambientados en mundos inventados, y otros en un instituto de color de rosa, pero siempre con personajes estereotipados que ejercen una carga dramática determinada. Lo que se pretende en la mayoría es reflejar los sentimientos humanos fielmente, o al menos hacer creíbles las reacciones de los protagonistas para que el gran público, y en concreto el nipón, se sienta identificado.
En un manga que no sea hentai, como por ejemplo Naruto, que es uno de los que están de moda últimamente, nos encontramos con situaciones extrañas como son la ausencia casi absoluta de contacto físico entre los personajes. Ni un abrazo, ni un triste beso. Ni siquiera cuando pasan tiempo sin verse se dan un abrazo amistoso. La cosa no pasa de un saludo manteniendo las distancias, una mirada y una sonrisa. Quizá esto nos parezca extraño solo a nosotros los occidentales, que estamos acostumbrados a darnos uno, dos o hasta tres besos cuando nos conocemos (cuando es chico-chica, o chica-chica, se entiende), y chocarnos la mano los chicos.
Reflexionemos, porque hoy en día la cultura manga nos ha invadido por completo. Yo lo dejo ahí.
S.
1 comentario:
Q loco stas hijo
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