
Es una fuerte sensación de vértigo, como si el vacío te lamiese entera, con la brutalidad de un leviatán, de ombligo para abajo. Estiro mis brazos al cielo, buscando asidero, pero no encuentro más que el cosmos, el éter a mi alrededor.
¿Como he llegado hasta aquí? Hace un rato me sentía tan bien… Un estremecimiento que me recorría la columna… ¿A qué me suena esto, tan familiar, como si lo llevase haciendo desde siempre?
Pero no, ya acabó. Quizá volviendo recuerde algo. Dejemos al gran lamedor un poco más de carnaza, y que nos arrastre con él. Ahora lo veo más claro. Estoy en mi calle, desnuda y descalza, de pie en el asfalto. Y no hay nadie, ni un alma, ni un ruido, ni siquiera temperatura… Se está tan bien, pese a que sé que debería ser tan…violento…
Echo a correr, no sé por qué. Me siento libre y primigenia, como si acabasen de concederme cuerpo y ahora lo probase por primera vez. Mis zancadas son largas y amplias, y recorro varios cientos de metros sin siquiera cansarme, como volando. Ah, sí, claro, por supuesto, ¿como no había caído antes?, es fugaz, es intangible, estoy… ¡estoy soñando!
Esto es un sueño, vuelvo a soñar después de… vaya, que burra soy. Espero que nadie entre en mi habitación ahora, para encontrarse con el puente levantado y la motora aparcada…
¡No! Es preciso que despierte. No puedo quedarme aquí, en éxtasis. ¿Pero como hago para despertar?
Bien, tranquilidad. Es un sueño, así que debería poder hacer lo que me plazca. Estoy en mi calle, este es mi barrio y mi casa se encuentra unas manzanas más allá.
Fue perfecto. Ahora creo recordar que me lancé a través de la calle como si fuese un trozo de papel llevado por el viento, hasta que llegué a la fachada de mi bloque y me posé sobre la pared. Volé por el espacio que me separaba de mi ventana, que estaba abierta, y entré. Allí estaba yo, tal como imaginaba. El cuerpo fláccido después del esfuerzo, una boba sonrisa de triunfo y los párpados vehementemente cerrados. Lo que recuerdo con más fuerza de cuando volví conmigo misma es notar otra vez la humedad. Mi cuerpo se había empapado por la humedad cálida, propagada por todo mi ser una vez me entregué a los brazos de Morfeo, de manera que, llegada a un punto, ni la notaba. Ahora era fría e incómoda, y eso me hizo reaccionar en seguida.
Sé que a veces rendirse a los mundanos placeres es bueno, no me lo recriminaré. El color que adquirieron mis mejillas al despertar fue fruto más del desconcierto que del pudor. Lo que no sabía era que una podía tener un viaje astral después de tener un orgasmo, y eso me ha hecho más intuitiva, creo.
Dedicado a Eva, cuya deslumbrante psiquis inspiró esta narración. Con todo mi cariño.
S.
¿Como he llegado hasta aquí? Hace un rato me sentía tan bien… Un estremecimiento que me recorría la columna… ¿A qué me suena esto, tan familiar, como si lo llevase haciendo desde siempre?
Pero no, ya acabó. Quizá volviendo recuerde algo. Dejemos al gran lamedor un poco más de carnaza, y que nos arrastre con él. Ahora lo veo más claro. Estoy en mi calle, desnuda y descalza, de pie en el asfalto. Y no hay nadie, ni un alma, ni un ruido, ni siquiera temperatura… Se está tan bien, pese a que sé que debería ser tan…violento…
Echo a correr, no sé por qué. Me siento libre y primigenia, como si acabasen de concederme cuerpo y ahora lo probase por primera vez. Mis zancadas son largas y amplias, y recorro varios cientos de metros sin siquiera cansarme, como volando. Ah, sí, claro, por supuesto, ¿como no había caído antes?, es fugaz, es intangible, estoy… ¡estoy soñando!
Esto es un sueño, vuelvo a soñar después de… vaya, que burra soy. Espero que nadie entre en mi habitación ahora, para encontrarse con el puente levantado y la motora aparcada…
¡No! Es preciso que despierte. No puedo quedarme aquí, en éxtasis. ¿Pero como hago para despertar?
Bien, tranquilidad. Es un sueño, así que debería poder hacer lo que me plazca. Estoy en mi calle, este es mi barrio y mi casa se encuentra unas manzanas más allá.
Fue perfecto. Ahora creo recordar que me lancé a través de la calle como si fuese un trozo de papel llevado por el viento, hasta que llegué a la fachada de mi bloque y me posé sobre la pared. Volé por el espacio que me separaba de mi ventana, que estaba abierta, y entré. Allí estaba yo, tal como imaginaba. El cuerpo fláccido después del esfuerzo, una boba sonrisa de triunfo y los párpados vehementemente cerrados. Lo que recuerdo con más fuerza de cuando volví conmigo misma es notar otra vez la humedad. Mi cuerpo se había empapado por la humedad cálida, propagada por todo mi ser una vez me entregué a los brazos de Morfeo, de manera que, llegada a un punto, ni la notaba. Ahora era fría e incómoda, y eso me hizo reaccionar en seguida.
Sé que a veces rendirse a los mundanos placeres es bueno, no me lo recriminaré. El color que adquirieron mis mejillas al despertar fue fruto más del desconcierto que del pudor. Lo que no sabía era que una podía tener un viaje astral después de tener un orgasmo, y eso me ha hecho más intuitiva, creo.
Dedicado a Eva, cuya deslumbrante psiquis inspiró esta narración. Con todo mi cariño.
S.
No hay comentarios:
Publicar un comentario